6 de cada 10 pacientes con ACV desarrollan espasticidad dentro de los 6 meses

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Tanto los espasmos involuntarios como contracciones musculares sin control, o posturas estáticas como un brazo doblado o pies en una posición incómoda, resultan signos de espasticidad. Se trata de un trastorno motor que aparece como consecuencia de una lesión en el sistema nervioso central, y, la mayoría de veces, causa dolor y un impacto significativo en actividades de la vida diaria.

Espasticidad

Esta secuela es común en las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) o lesiones medulares, aquellas que tienen parálisis cerebral o enfermedades tales como esclerosis múltiple u otras patologías asociadas, aunque el ACV es la principal causa.

“Es un cuadro sumamente frecuente en el marco de la rehabilitación luego del accidente cerebrovascular: el 60% de los pacientes con ACV desarrolla algún grado de espasticidad dentro de los 6 meses luego del episodio. Es particularmente relevante realizar el diagnóstico lo más tempranamente posible, ya que la espasticidad no tratada puede requerir el doble de tiempo de recuperación y aumentar las complicaciones físicas”, indican expertos.

En este aspecto, no es igual alcanzar la rehabilitación más completa posible que no hacerlo: “Es frecuente ver que, tras un ACV, personas que logran recuperar progresivamente cierto nivel de lenguaje y la marcha, abandonan la rehabilitación sin terminar un proceso que, gracias a la neuroplasticidad, es muy esperanzador. Aunque persista cierta renguera o la falta de movilidad en una mano, sienten que ya consiguieron bastante -lo que es cierto-, pero perseverar en el proceso de ‘readaptación’ y no bajar los brazos, a muchos podría permitirles caminar casi sin dificultad y recuperar funciones que parecían perdidas. Es fundamental continuar hasta alcanzar los objetivos planteados y el mayor nivel de rehabilitación posible”.

Atravesar un ACV o una enfermedad crónica que afecte la movilidad, implica una transformación profunda en la vida cotidiana del paciente y su entorno. En tal sentido, la reorganización de horarios, adaptación de la vivienda, necesidad de cuidados constantes y la incertidumbre en torno a la evolución, impactan de lleno en las emociones de toda la familia. De este modo, ansiedad, cansancio y frustración suelen aparecer, pero también se fortalecen la paciencia y la resiliencia cuando el grupo logra acompañar el proceso.

La rehabilitación, además, conlleva desafíos logísticos: en muchos casos requiere traslados frecuentes a centros especializados, compatibilizar turnos con la rutina laboral o escolar, y reorganizar dinámicas familiares. “Estas exigencias pueden generar desgaste, pero sostener los tratamientos en el tiempo es clave, porque está demostrado que la constancia se traduce en resultados concretos y en mejoras tangibles en la calidad de vida. Nunca es tarde para rehabilitarse, lo que tiene claras implicancias en la recuperación después de un ACV”, aseguraron los especialistas.

El abordaje

Por lo expuesto anteriormente, el abordaje integral de la espasticidad incluye no sólo la intervención médica y las terapias físicas, sino también un acompañamiento emocional y social que permita a los pacientes y sus familias transitar el camino de la recuperación con más recursos y menos sobrecarga. Cada paso sostenido en la rehabilitación abre la posibilidad de recuperar funciones, ganar independencia y mejorar la calidad de vida.

Para ello, existen espacios como las organizaciones de pacientes que ocupan un rol fundamental. Desde allí concientizan para trabajar en prevención, a la vez que brindan información confiable, promueven redes de apoyo entre familias que atraviesan experiencias similares, y colaboran en visibilizar las dificultades cotidianas que plantea atravesar una situación de esta índole.

En el marco de la rehabilitación, el plan integral podría incluir tratamientos médicos personalizados, terapias físicas que ayuden a recuperar la movilidad y estrategias para manejar el impacto emocional. Iniciar un tratamiento tempranamente ayuda a prevenir contracturas musculares permanentes y deformidades, además de reducir el dolor asociado a la tensión muscular. Fundamentalmente, los tratamientos pueden incluir:

-Terapia física (ejercicios guiados de estiramiento, flexibilidad, movilidad articular, fortalecimiento muscular).

-Medicación, como la toxina botulínica tipo A (que actúa relajando los músculos tensos proporcionando beneficios significativos al reducir la rigidez muscular y aliviar el dolor).

-Cirugía. En algunos casos, cuando otras opciones no han sido efectivas.

Asimismo, diversas asociaciones (como el espacio gratuito unabrujulaentucamino.com.ar) alertan en torno a la posibilidad de consultar tras la sospecha de espasticidad. Para ello, alientan a atender a signos como:

-Codo flexionado contra el pecho.

-Dedos de los pies curvados, curvatura hacia abajo.

-Codo extendido, difícil de doblar.

-Reflejos demasiado excitados.

-Aumento del tono muscular o resistencia.

-Extensión del dedo gordo del pie.

-Muñeca flexionada, dedo del autoestopista.

-Postura anormal.

-Espasmos musculares o calambres dolorosos.

-Mano en forma de puño con los dedos curvados.

-Rigidez en los brazos, manos, piernas o pies.

-Dificultad para estirar el músculo.

-Movimiento incontrolable o sacudidas.

-Flexión plantar del tobillo, pie apuntando hacia abajo.

-Extensión de la rodilla.

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