No fue magia, es verdadero orgullo

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Por Ciro Seisas

En una guerra la primera víctima es la verdad. La frase se atribuye a Esquilo, el dramaturgo griego que peleó contra los persas en las míticas batallas de Maratón y Salamina. A pesar de tener 2500 años, esta máxima todavía conserva su vigencia en contextos en los que la desinformación es una herramienta más; y que se usa cruzando límites sin poner colorado de vergüenza a nadie -ni propia, ni ajena, en fin: un límite te pido-. Sobre todo, a quienes no tienen ninguna responsabilidad de gobierno y van a disputar una elección: o no dan entrevistas para no hacer papelones, o denuncian complots y planes malévolos y alianzas espurias. Solo para pasar un mediomundo agujereado de mentiras, bastante endeble, con la esperanza de captar votos. Avergonzantes, agresivos, sobradores, cancheros en su patética estrategia. Desinforman. Quieren convertir a la verdad en la primera víctima de una guerra estúpida que insulta la inteligencia de las personas que viven acá.

Pero quisiera decirles algo que, por las razones opuestas, les va a molestar. Como muchos hoy citan en vano a Perón, olvidándose que muchos de sus acólitos con una mano lo reverenciaban y con la otra practicaban cleptocracia, también irónicamente (e icónicamente) les puedo decir: la única verdad es la realidad. Y la realidad es lo tangible, lo palpable. La verdad es una realidad construida como un presente de paz, sobre la base del esfuerzo de más de un millón de personas.

Repasemos: este fin de semana largo del Día de la Bandera, la ciudad registró un 80% de ocupación hotelera, con una agenda enorme en la que se gestionó la colaboración del sector privado (como la Maratón), los culturales como las presencias de Coti Sorokin, Santiago Motorizado; y, las patrióticas como el tradicional concurso de asadores a la estaca. Alrededor de 350 mil personas estuvieron presentes, cantando, caminando, recorriendo y disfrutando bajo el sol del 20 de junio.

Esperábamos muchísimo este 20 de junio, porque es uno de los días  más rosarinos del año. Lo esperábamos no como quien espera que la magia haga las cosas por sí solas, sino ansiosos por ver cómo se expresaba el resultado de todo lo que hicimos con esfuerzo. Aquello que no se hacía y pedíamos que se haga. Esperábamos mucho este día porque ya transcurrió un año y tres meses de aquel violento marzo del 2024, el de los ataques, el del intento de paralizar la ciudad. La misma semana del mismo mes en que las principales instituciones de la ciudad, reunidas en el Salón Mercurio dijeron presente porque a la ciudad había que bancarla entre todos. Y se hizo eso.

Logramos lo que parecía imposible: que se junten voluntades comprometidas con la ciudad y con la provincia. Tenemos un intendente, Pablo Javkin, que no se cansó de pedir y reclamar la seguridad y las leyes necesarias para recuperar la paz. Un gobernador como Maximiliano Pullaro y una legislatura comprometida con la misma finalidad (cabe recordar que las leyes de seguridad como la Emergencia, la ley del MPA, la de Defensa, la de Inteligencia Criminal, la de Ejecución de Pena privativa de la libertad, la de detención en régimen condicional, la de Servicio Penitenciario, entre otras alrededor de 20 leyes y modificaciones del Código Procesal Penal fueron votadas por unanimidad en el Senado). Un gobierno nacional que aportó tropas (el alojamiento y logística están a cargo de la provincia de Santa Fe) para pacificar la ciudad. Y la Mesa Interreligiosa por la Paz, con representantes de las iglesias católicas, evangélicas, de los Santos de los últimos días y miembros de la comunidad judía. La mesa del Encuentro Multisectorial por la Paz, convocado en durísimos momentos por la Universidad Nacional de Rosario. El objetivo era y sigue siendo construir paz. No se entiende que por querer disputar una elección, nos arrastren a una guerra de mentiras. Lo hacen por malintencionados, por bajeza. Porque es difícil no tener mucho que decir, cuando se callaron cuando todos los que de verdad peleamos hablamos: en el peor momento. Por eso y porque se creen el centro del mundo, es que dan tanta vergüenza.

Sería malintencionado o miope atribuir este resultado de paz, de buen clima social -que contrasta con una campaña demasiado violenta y vacía de propuestas- a solamente un gobierno. Pero si hay que atribuirlo al esfuerzo social conjunto: a bancar, a volver a confiar en la rosarinidad, y en todo lo bueno que tenemos. También, a la confianza depositada, confirmada en los hechos, en la propuesta de una quincena de partidos políticos que acordaron conformar el frente de Unidos en 2023.

La organización internacional Peace in Our Cities, una red de ciudades que periódicamente informa los avances en la construcción de paz en diversas partes del mundo, destacó que en Rosario las acciones demandadas al municipio de la ciudad – que no tiene “ni policía, ni personal armado”-, fueron respondidas con abordajes multi agenciales. Además, este informe menciona las Intervenciones Barriales Focalizadas en otro marco: el del Programa Abre, que tras su suspensión en el periodo 2019-2023 volvió como política de Estado a través de una Ley, el despliegue del Plan Bandera de pacificación territorial.

Una intervención barrial significa la presencia permanente del Estado en un barrio o zona de alta vulnerabilidad social: durante todo el tiempo se censa, se conoce a cada uno de los vecinos, se detecta cuáles son las estrategias necesarias para contener y ofrecer las variantes se tienen que desarrollar. A aquellos que dicen que el Estado local no está presente, hay que responderles que mienten. En Rosario se alcanza a todos sin diferenciación del lugar de proveniencia a través de sus 8 hospitales, 52 centros de salud con personal capacitado o mediante sus Centros Cuidar, que ya suman 44 o mediante los dispositivos de la Agencia de Prevención de Adicciones. A los que dicen que al Estado hay que odiarlo y no sirve para nada, también. Explíquenselo ustedes a las personas de Puente Negro, Parque Casas Tablada, Stella Maris, La Bombacha, El Pumita, La Sexta, Tío Rolo, Banana, Moreno. Porque esos vecinos con los que nos cruzamos todo el tiempo, a los que conocemos, hay que tener el valor de decírselos en la cara. No en el microclima de las redes, diseñadas para que sacrifiquemos nuestro tiempo y atención para intentar moldear como pensamos.

El informe también destaca la urbanización y apertura de calles, la llegada de servicios como el agua potable, la iluminación, la construcción de calles, frentes de vivienda, cordón cuneta, pavimento definitivo en barrios desfavorecidos como un factor clave, junto a la incorporación de tecnología de videovigilancia  centralizada. Gracias a la inversión realizada por la Ley de Emergencia en Seguridad se están instalando 5000 cámaras con reconocimiento facial y procesamiento de inteligencia artificial. “Ha sido probado que contribuyen significativamente a garantizar los derechos civiles, pacificación y coexistencia”, valora Peace In Our Cities.

En Rosario hay 6 estaciones digitales en las que se acerca a los chicos de barrios vulnerables a despertar la vocación en oficios digitales y prepararlos para el futuro. Actualmente hay 12 barrios intervenidos, 1800 cámaras operativas,  y casi 70% de la ciudad tiene iluminación renovada con luces led. Nuestro aeropuerto subió un 60% en vuelos internacionales, volviéndonos un eje estratégico en el mapa aéreo federal; y el Puerto de Rosario, luego de las obras de refuncionalización va poder recibir cruceros y conectar nuestro río con la región. Para que las cosas funcionen hacen falta tres cosas: planes claros, decisión política e inversión. No hacen falta falsos heroísmo ni mesianismos vacíos. Es lo que se espera que el Estado haga, y para eso elige el pueblo a sus representantes.

Muchas veces se genera un microclima en los medios sociales que quiere confundirte tergiversando los verdaderos objetivos de la política, por esto hay que fortalecer la práctica del pensamiento crítico.

Por un lado están los hechos. Reacciones espontáneas como la del último fin de semana de los rosarinos volcados a la calle otra vez con confianza. Por el otro, están los que inventan para su propio beneficio, personas que hablan mal de la ciudad y que se ven reflejadas en las bajezas que dicen en redes sociales. A ellos -que muchas veces dan vergüenza- hay que mostrarles que esta es una ciudad que como dijo el ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, durante su visita en 2024, “está cambiando de piel”.

Nosotros no queremos una guerra innecesaria, ya nos tocó sufrir cuando nos abandonaron. Queremos que la única verdad siga siendo la realidad: una ciudad que se vuelve a vestir de orgullo, con paz y orden. Sin magia, con mucho remo y esfuerzo. Aunque todavía falta un poco para llegar a la otra orilla.  Rosario es una ciudad en marcha que se celebra a sí misma, porque se sabe fruto de su propio esfuerzo, una vez más. Hay que bancar a Rosario. Siempre, y más contra quienes la traicionan en sus mejores o sus peores momentos.

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