Una quinta parte de los Estados estadounidenses experimentan brotes activos de sarampión, por lo que el país se acerca a los 900 casos, según las cifras publicadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
El conteo de casos confirmados de la enfermedad por parte de los CDC es de 884, el triple de la cantidad total de 2024. El brote surgido en Texas, que ya lleva tres meses, representa la gran mayoría de los casos, con 663 confirmados hasta el martes. También surgieron casos en Nuevo México y Oklahoma.
Dos alumnos de educación primaria no vacunados murieron por enfermedades relacionadas con el sarampión en el epicentro del brote, situado en el oeste de Texas, y un adulto de Nuevo México, que no estaba vacunado, murió de una enfermedad relacionada con el sarampión.
Otros Estados con brotes activos —definidos como aquellos donde hay tres o más casos— son Indiana, Kansas, Michigan, Montana, Ohio, Pensilvania y Tennessee.
América del Norte tiene otros dos brotes en curso: uno en Ontario, Canadá, que provocó 1.020 casos desde mediados de octubre hasta el miércoles. Y hasta el martes, se habían presentado 761 casos de sarampión y una muerte en el Estado mexicano de Chihuahua, según datos de la secretaría de salud estatal. La Organización Mundial de la Salud señaló que los casos en México están vinculados al brote de Texas.
El problema de la poca vacunación
El sarampión es causado por un virus altamente contagioso que se transmite por el aire y se propaga fácilmente cuando una persona infectada respira, estornuda o tose. Es prevenible mediante la vacunación y se consideraba eliminado de Estados Unidos desde el año 2000.
A medida que el virus se afianza en otras comunidades de Estados Unidos con bajas tasas de vacunación, los expertos en salud temen que la propagación pueda extenderse durante un año.
La mejor manera de evitar esta enfermedad es recibir la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (SPR, conocida como vacuna triple viral). Se recomienda la primera dosis para niños entre 12 y 15 meses de edad y la segunda entre cuatro y seis años.
Recibir otra dosis de la vacuna es inofensivo si existen preocupaciones sobre la disminución de la inmunidad, dicen los CDC. Las personas que tienen documentación de haber recibido una vacuna viva contra el sarampión en la década de 1960 no necesitan ser revacunadas, pero las que fueron inmunizadas antes de 1968 con una vacuna ineficaz contra el sarampión hecha de virus “muerto” deben ser revacunadas con al menos una dosis, aseguran los expertos.
Las personas que tienen documentación de haber padecido sarampión son inmunes, y aquellas nacidas antes de 1957 generalmente no necesitan las vacunas porque la mayoría de los niños en ese entonces tuvieron sarampión y ahora tienen “inmunidad presunta”.
Inmunidad de grupo
En comunidades con altas tasas de vacunación —por encima del 95 %—, enfermedades como el sarampión tienen más dificultades para propagarse entre las comunidades. Esto se llama inmunidad de grupo o de rebaño.
Pero las tasas de vacunación infantil disminuyeron a escala nacional desde la pandemia, y cada vez más padres solicitan exenciones por motivos religiosos o de conciencia personal para eximir a sus hijos de las vacunas requeridas. En Estados Unidos se produjo un aumento en los casos de sarampión en 2024, incluido un brote en Chicago, en el que enfermaron más de 60 personas.
¿Cuáles son los síntomas del sarampión?
El sarampión infecta primero las vías respiratorias y luego se propaga por todo el cuerpo, causando fiebre alta, secreción nasal, tos, ojos rojos y llorosos y una erupción.
La erupción suele aparecer de tres a cinco días después de los primeros síntomas, comenzando como manchas rojas planas en la cara y luego extendiéndose hacia abajo al cuello, tronco, brazos, piernas y pies. Cuando aparece la erupción, la fiebre puede superar los 40 grados, según los CDC.
La mayoría de los niños se recuperarán del sarampión, pero la infección puede provocar complicaciones peligrosas como neumonía, ceguera, inflamación cerebral y muerte.
No hay un tratamiento específico para el sarampión, por lo que los médicos generalmente intentan aliviar los síntomas, prevenir complicaciones y mantener a los pacientes cómodos.