Matías Bottoni se levanta pasadas las 7. A su lado está Valeria, su madre, y juntos esperan la primera sesión de kinesiología o hidroterapia del día. Más tarde, llega el turno la terapia ocupacional, hasta el mediodía. Frena para almorzar y descansar. Por la tarde, lo espera otra vez la rutina de la recuperación.
Así, de lunes a viernes, con una constancia similar a la que el nadador de Echesortu adquirió en su entrenamiento diario. A seis meses del accidente en la cervical en el Parque Olímpico de Buenos Aires, el rosarino sigue firme en su recuperación en una clínica de San Jerónimo Sud. “Tengo la esperanza de recuperarme”, dijo Matías a La Capital en la casa que los padres alquilan en la localidad a 35 kilómetros de Rosario.
El joven de 17 años reconoce que no le cuesta levantarse temprano. Era un hábito adquirido como nadador de alto rendimiento. Pero el sábado 10 de mayo su vida cambió y, desde entonces, tiene como objetivo principal recuperarse. En Buenos Aires se atendió en un hospital y dos clínicas, pero los padres encontraron en San Jerónimo Sud la asistencia que necesitaban. “Dentro de lo que se puede, estoy bien”, dijo Matías, con sus papás Luciano y Valeria como escoltas en la cocina comedor que tiene la casa. El encuentro comenzó con el adolescente cruzado de brazos, pero con el avance del ida y vuelta se fue soltando. “Cuando agarro confianza soy más abierto”, reconoció
Aunque lo intenta ocultar, Matías tiene un sentido del humor para todos los gustos y sonríe al recordar alguna de las frases que otros pacientes dicen en la clínica Aprepa. “Uno ve y escucha cada cosa. Se ven muchas cosas divertidas. Me gusta reírme y hacer chistes”, aseguró Bottoni. Sus amigos “mayores de 50”, como les dice, lo ayudan a pasar las horas y horas de recuperación entre risas. Algo que elige exportarlo hacia su familia y hasta se anima a jugar al límite con sus padres.
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Una casa que cumple con todas las características de una vivienda de pueblo. Un cerco bajo, una pequeña entrada y ventanas con persianas de madera. En cada banda del terreno hay un pasillo que conecta con el patio y allí un cuarto que visiblemente puede ser utilizado como depósito, un parrillero y una larga mesa. Por dentro, paredes revestidas hasta la mitad con maderas y el resto con colores como blanco o celeste. La casa no tiene lujos y las únicas pantallas que están a la vista son las de los celulares de los presentes. Un cable cuelga por detrás de Matías y conecta directamente el wifi con la energía; es que el joven necesita conexión a internet para terminar los estudios secundarios de manera virtual. Tuppers, algunas frutas y una pequeña mesa cuadrada le dieron marco a la charla con este medio. Acogedor, simple y sobrio, esa era la sensación del hogar que pudieron construir los Bottoni en este tiempo y del que Matías disfruta todos los fines de semana luego del visto bueno de los médicos. “Es un parate de la clínica. Me gusta ponerme en el patio y que me dé el sol, ver un pájaro o un árbol después de tanto tiempo”, aseguró.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Cuando el sol se esconde, ya sea por la noche o las nubes, Matías apuesta a sus estudios secundarios, tampoco abandona la terapia, utiliza electroestimulación y encuentra tiempo para ver series o películas, la última que terminó fue El Marginal, atraído por el estreno de En el Barro.
Deportista por siempre
Matías Bottoni antes del accidente le dedicaba gran parte de su día a la natación. Ahora atraviesa una agotadora recuperación. Casi 10 horas por día entre kinesiología, hidroterapia y terapia ocupacional. Así, encuentra similitudes: “La constancia que tenés que tener y eso lo aprendí en el entrenamiento”.
Al entrenamiento en la natación “se le dice pica seso”, dijo y lo comparó con sus tareas actuales: “Por eso tenés que tener un aguante importante. Estás haciendo durante horas lo mismo y no te dan ganas de seguir, pero lo tenés que hacer igual”.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Levantarse con los primeros rayos del sol y la perseverancia para no faltar a un entrenamiento o a una sesión de rehabilitación, aún están intactos en Matías. “Uno nunca deja de ser deportista”, remarcó.
El agua para Bottini era un elemento especial y la pileta un espacio único. Hoy le toca volver varias veces por semana, pero como parte de su recuperación: “Es chocante, pero ya me acostumbré”.
La solidaridad por Matías Bottoni
“No tengo idea por qué tanta repercusión. Me sorprendió la actitud de las personas que me ayudaron. No lo esperaba y agradezco muchísimo. Ayuda un montón, no sólo lo económico, ya un mensaje te impulsa adelante. Lo que generé en la gente no lo puedo creer”, remarcó. Desde el día uno el accidente de Matías Bottoni estuvo en boca de todos. La respuesta de la gente llevó a hacer una colecta relámpago para conseguir dinero para la operación en el Hospital Italiano de Buenos Aires.
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Cada noticia del joven nadador tenía su rebote y la solidaridad llegó hasta cruzar fronteras. En Rosario, colectas, torneos de natación a beneficio y hasta una movida para vender gorros de la disciplina que van a parar a la recuperación de Bottoni. Por fuera de la ciudad, mensajes en Estados Unidos, apoyo desde México y aliento desde Uruguay. Grullas, miles de grullas. “Cajas y cajas y cajas”, retrató Luciano, padre de Matías. En el cuarto en la clínica, en la casa de Rosario y hasta en el lugar de trabajo de Martina, la novia del joven deportista.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Otro resorte emocional que encontró Matías en este tiempo fue Susana. “Mi abuela postiza”, dijo apenas escuchó su nombre y mostró los dientes. Si bien desconoce qué hizo para ganarse el cariño de esta jubilada, solo la mención de ella le hace cambiar la cara. Con la palabra justa en el momento justo, Susana puede revertir el día más nublado de Matías y eso queda en claro.
También encuentra esperanza en testimonios y ejemplos. “Me visitó un caso similar al mío. Un muchacho que estuvo internado en Aprepa que tuvo un accidente en Carlos Paz. Estuvo internado tres años, se recuperó, con secuelas, pero entró caminando y vino manejando en un auto sin adaptaciones”, contó Bottoni. Con este tipo de visitas, el joven toma fuerza para seguir, sumado a ver a su familia, a la gente que lo ayuda y a otras personas que luchan por lo mismo: “Tengo la esperanza de recuperarme”, dijo sin dudar.
De perfil bajo, Matías está centrado en su recuperación y su futuro, que lo tendrá estudiando para ser médico. Responde “¿qué de todo?” cuando le preguntan por ese accidentado 10 de mayo y lo remata categóricamente: “Como querer acordarme, no quiero de nada. Como acordarme, me acuerdo de todo”.
