Hace un año les cancelaron el vuelo por un paro de pilotos, lo canjearon y ahora quedaron varados por el de controladores

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Rostros serios y agotados. Algunas familias sentadas en el piso junto a sus valijas, otras haciendo fila en silencio frente a mostradores colapsados. En el hall de Aeroparque Internacional Jorge Newbery se respiraba fastidio y resignación. Cada cinco minutos, una voz interrumpía desde los parlantes: “Hay vuelos demorados”. Este domingo se vive el segundo día del paro de controladores aéreos que paralizó los despegues en todo el país en dos turnos: de 13 a 16, y de 19 a 22.

La medida, convocada por ATEPSA —la Asociación de Técnicos y Empleados de Protección y Seguridad a la Aeronavegación—, parte de un plan de lucha que se extenderá durante la semana, obligó a Aerolíneas Argentinas a cancelar más de 40 vuelos y reprogramar otros 122. Según datos oficiales, unos 4.000 pasajeros se vieron afectados sólo en esta jornada.

Entre ellos, Noelia y su familia, que llegaron desde Machagai, Chaco, a ver a River por la Copa Libertadores. Ya habían intentado viajar el 14 de septiembre del año pasado, pero los agarró un paro de pilotos. La historia se volvió a repetir.

“Nosotros canjeamos el vuelo de Aerolíneas para volar ahora y resulta que hoy hay paro de los controladores. No hay vuelos ni hoy ni mañana”, cuenta Noelia a Clarín.

Y agrega: «Al hacer la transacción el año pasado tuvimos que pagar la diferencia, y ahora comprar otro pasaje. La verdad que estoy muy defraudada con Aerolíneas porque no hay devolución de dinero al menos Flybondi te cancela pero te devuelve el dinero al instante».

Decidieron comprar un pasaje nuevo con Flybondi para las 18.30, fuera del horario del paro. “Nos dijeron que mañana no hay vuelos y el martes no podemos volar porque tengo que ir a trabajar. Entonces, compramos este vuelo a Flybondi. Y si no sale ahora, nos vamos en colectivo”, aclara la joven.

El enojo de Noelía era mas evidente cuando hablaba sobre el servicio de atención al cliente. “Para que te reprogramen tenés que llamar a atención al cliente y suerte que te atiendan porque no hay oficinas ni en Chaco ni en Corrientes. Tenés que llamar y está saturado”, explica.

Según datos oficiales, unos 4.000 pasajeros se vieron afectados sólo en esta jornada. Foto Santiago Garcia Díaz.

En otro rincón del aeropuerto, la familia González repasaba una odisea similar, que los había llevado a modificar sus planes sobre la marcha: “¿Sabés por qué llegamos hoy? Porque adelantaron unos minutos el avión en Iguazú para salir antes del paro, fue el único vuelo. Llovía, y nos hicieron subir por la escalera porque no pudo arrimar el avión a la manga, sino no llegabamos».

Su vuelo inicial era el viernes a las 18.20, pero como tantos otros, fue cancelado y llegaron recién este domingo. Aunque viajaban por Jetsmart, experimentaron el mismo desorden: vuelos que se adelantaban o se cancelaban a último momento y ninguna respuesta clara.

“Nos tomábamos un taxi, 50 mil pesos ida y vuelta. Teníamos que ir al aeropuerto, volver. Buscar otro hotel. No se hacen cargo. Tuvimos que llamar un montón de veces para que nos reprogramen”, explican.

Y el gasto no terminó ahí. “Nosotros tenemos un hijo que es periodista y vive en Italia. Él nos tuvo que hacer la transferencia porque estábamos de vacaciones. Vos tenés estipulada la plata para los días de vacaciones. Y no teníamos estipulado dos noches más de hotel, más almuerzo, cena», cuentan.

La familia, oriunda de Carlos Casares, había coordinado incluso un remis desde el interior. “Le avisé a nuestro remisero que tenía que salir de Carlos Casares y tarda cuatro horas en llegar acá a Aeroparque. Ya había salido a buscarnos. Le digo: ‘no, por favor, volvete porque nos suspendieron el vuelo’. Así que se tuvo que volver. Otro gasto. Nos cobra 300 mil pesos«; confiesan.

Vuelos cancelados en Aeroparque este domingo por el paro. Foto Santiago Garcia Díaz

Más allá de sus propios problemas, la familia González fue testigo de otros casos que sucedían a su alrededor. “Una señora se quedó anoche acá, en el aeropuerto, porque no podía pagar una noche de hotel. Otra con artritis reumatoidea decía: ‘No tomé la medicación, ya estoy con dolor de huesos‘. Gente llorando, una mamá sola con su nena. No tenían para volver”, relatan.

Y agregan: «Un médico cirujano nos dijo; ‘no me puedo quedar acá porque mañana tengo cirugías programadas. Soy médico cirujano, tengo que estar sí o sí en Buenos Aires’. Pero se quedó en Iguazú, no pudo viajar.»

Al costado, Bruno repasaba lo que él y su familia habían vivido los últimos días. Viajaron desde Corrientes con Flybondi. Su vuelo del viernes a las 16.20 fue reprogramado al sábado a las 15.20. Llegó a Buenos Aires recién a las 18. Y el avión, para colmo, tuvo que hacer bajar a 16 pasajeros porque no había cinturones de seguridad para todos. Hoy domingo, su regreso también fue reprogramado a las 18.30.

Gloria Sánchez, por su parte, tenía que volar a Comodoro Rivadavia con su familia a las 6.45 de la mañana. Su destino final era Pico Truncado, en Santa Cruz. Pero el vuelo no salió. “No se hacen cargo”, dijo a Clarín. Después de varios reclamos, logró una reprogramación para las 23. “Si es que finalmente sale el vuelo”, advierte.

Los testimonios se repetían. Cada historia reflejaba una combinación de incertidumbre, bronca y, sobre todo, una sensación de abandono. Algunas personas estaban desde el viernes.

Otras contaban cómo los vuelos del sábado salieron normalmente mientras los del viernes fueron postergados hasta el domingo. Algunas aerolíneas derivaban pasajeros a Ezeiza, otras reubicaban según la disponibilidad del momento.

Mientras tanto, en las pantallas, los horarios cambiaban minuto a minuto. Y los parlantes repetían la misma frase: «Hay vuelos demorados». Pero lo que no decía la voz del aeropuerto es que detrás de cada reprogramación hay gente varada, medicamentos que no llegan, trabajos en riesgo, plata que no alcanza, y una sensación de que nadie se hace cargo de nada.

MG

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