Cuál será el futuro en Argentina de una icónica empresa que se declaró en quiebra y cerró locales en todo el mundo

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La histórica firma de envases herméticos Tupperware, símbolo mundial de la venta directa, había tocado fondo en 2024 tras declararse en bancarrota en Estados Unidos. Sin embargo, lejos de desaparecer por completo, el negocio encontró una salida en Argentina: una inversión de capital extranjero permitirá su continuidad en el país, donde supo tener una base sólida de revendedores.

La compañía había atravesado años de dificultades financieras sin lograr actualizar su modelo de negocio, sostenido durante décadas por el sistema de ventas en reuniones hogareñas, las conocidas «fiestas Tupperware». Este esquema, exitoso durante buena parte del siglo XX, quedó fuera de época frente a la digitalización del consumo y la aparición de nuevas estrategias comerciales.

Con una deuda superior a los u$s800.000, en septiembre del año pasado la empresa solicitó la protección del Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de EE.UU., un mecanismo que habilita a reorganizar pasivos para evitar el cierre definitivo. Sin embargo, esa instancia no alcanzó para frenar la crisis: los efectos de la pandemia, sumados a las disrupciones en la cadena de suministros por la guerra en Ucrania, afectaron seriamente el acceso a uno de sus insumos clave, la resina plástica.

Frente a ese escenario, la marca abandonó la mayoría de sus operaciones globales, incluyendo el cierre de tiendas físicas. En Argentina, donde había llegado a tener 90.000 revendedores activos, solo quedaba un tercio de esa fuerza de ventas. Pero un grupo empresario con capital mexicano-estadounidense decidió apostar por su relanzamiento.

Una nueva etapa para Tupperware en el país

Con una inversión inicial de u$s10 millones, el grupo Ascendnova -liderado por los empresarios Miguel Fernández y Héctor Lezama– adquirió los derechos para operar Tupperware en la Argentina. Ambos ejecutivos conocen bien la compañía: Fernández fue CEO global de la firma hasta 2023 y Lezama se desempeñó como director comercial. A ellos se suma el estadounidense Korchaguin Jimenez, con antecedentes de inversión en firmas tecnológicas en el país.

Como parte de esta nueva etapa, la empresa cerró su único local físico en Buenos Aires, ubicado sobre la avenida Santa Fe, para volver a enfocarse por completo en el canal de venta directa. El objetivo principal es modernizar la red de revendedores con un nuevo sistema de captación y capacitación, que le permita volver a crecer en volumen y cobertura territorial.

Según adelantaron desde la compañía, también está previsto ampliar el portafolio de productos. Además de los clásicos envases plásticos, se sumarán líneas vinculadas al hogar, la belleza y el bienestar, en sintonía con una estrategia de diversificación que apunta a recuperar competitividad.

Contra todo pronóstico, Tupperware encuentra una nueva oportunidad en Argentina. El desafío será combinar su legado con las exigencias del consumidor actual.

La historia de Tupperware

Earl Tupper nació en 1907, en Berlín, en la ciudad estadounidense de New Hampshire. A los 10 años, ya vendía -puerta por puerta- los productos que junto con su familia cosechaba.

En los años 30, tras algunas invenciones que no tuvieron éxito, comenzó a trabajar en una fábrica de plásticos y notó el gran potencial que ese material podría obtener. Compró maquinaria y fundó Tupper Plastics, llegando a crear hasta máscaras de gas para la Segunda Guerra Mundial.

Pese a que Tupper insistía en promover las ventajas de su producto, las ventas no crecían. En ese momento, surgió la otra gran protagonista de esta historia, Brownie Wise, quien organizaba fiestas caseras y mostraba este y otros productos a mujeres conocidas.

A medida que la popularidad de los productos de Tupper Plastics crecía, la de Wise también. Sin ir más lejos, llegó a convertirse en la primera mujer en la portada de la revista Business Week, en 1954.

La incesante popularidad de Wise no impactó de la mejor manera en Tupper. La relación poco a poco se fue enrareciendo hasta acabar con el despido de ella en 1958. Aunque demandó a la compañía, solo consiguió un finiquito de unos 30.000 dólares, lo equivalente a su salario anual.

Meses después, Tupper vendió la empresa por 16 millones de dólares, se divorció y se retiró a vivir a Costa Rica, donde murió en 1983.

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