Un triunfo letal, contundente, que se forjó frente a un rival con muchísima historia, que se gestó con ese gol tempranero de Julián Álvarez y que se selló con el grito del incipiente Giuliano Simeone. Pero claro, cómo no mencionar los aportes invalorables de un tal Thiago Almada y de un histórico como Rodrigo De Paul, que fue preservado contra Uruguay para que llegara entero a este partido frente a Brasil. Algunos de los tantos pilares futbolísticos del ya un tremendo equipo como lo es esta selección Argentina de Lionel Scaloni.
Julián Álvarez es presente, sin dudas. No lo demuestra solamente cuando se calza la celeste y blanca, sino que lo hace fecha a fecha en La Liga española, en el Atlético de Madrid que dirige Diego Simeone, donde comparte equipo con Giuliano, el hijo del Cholo.
A la Araña no le tembló en absoluto el pulso en esa primera acción clara que tuvo en el área brasileña. Fue el gol que encaminó un verdadero triunfazo, que tuvo ribetes de baile.
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Giuliano Simeone, que comparte equipo con Julián Álvarez, celebra su primer gol con la selección mayor.
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En complicidad con Thiago Almada
Y fue en complicidad de un Thiago Almada (fue quien le metió una asistencia perfecta) que volvió a demostrar que es una pieza para tener en cuenta por parte del entrenador, esté o no Lionel Messi en cancha.
Porque lo de Almada en esta doble fecha de eliminatorias no fue sólo esta asistencia en la victoria contra Brasil, sino que venía de ser el artífice del triunfo en el Centenario contra Uruguay.
Esta Argentina que juega, que convence, que se lleva por delante a sus rivales tiene presente y rubrica en casa partido que al futuro no hay por qué temerle. Porque en medio de tantas bajas (Messi, Lautaro Martínez, Gio Lo Celso, Paulo Dybala) aparecen otros nuevos valores que asumen el compromiso y rinden.
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Una postal. Rodrigo De Paul jugando es estandarte, pero nunca le escapa cuando hay que guapearla.
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Una selección con recambio permanente
El caso de Gio Simeone es quizá otro de los que expresa a la perfección este recambio permanente que da pasitos cortos, pero que nunca detiene su marcha. El Cholito, que había mostrado ya atributos en los Juegos Olímpicos y que de a poco se fue ganando un lugar en su Atlético de Madrid, aceptó gustoso el desafío. Cumplió en su primer partido como titular en la mayor cuando Scaloni lo puso en Uruguay y facturó en el segundo, ingresando desde el banco.
El carácter fue evidente en todos los futbolistas, pero graficado en el partido que jugó De Paul (la referencia también corre para Enzo Fernández), uno de los tantos campeones en el Mundial y las dos Copa América. Un grupo bárbaro, un equipo tremendo, con históricos y nuevos. Un equipo con presente y futuro.