Desde que iniciaron las clases, los alumnos del colegio Misericordia tienen una nueva rutina. Al comienzo del día, el preceptor pasa por las aulas con un gabinete provisto de estantes donde figuran los nombres de todos los alumnos del curso. Allí, los chicos dejan los celulares hasta que termine la jornada escolar o hasta que algún docente los incluya en sus aulas. En otra situación, el uso de los móviles está prohibido, incluso en los recreos.
La escuela secundaria de Oroño al 900 no es la única de la ciudad que decidió limitar el uso celular a sus alumnos mientras estén en la institución. En el Colegio San Bartolomé este año se comenzó a utilizar un protocolo de prohibición del uso de los teléfonos en las clases, excepto que se requiera para alguna tarea especial que los docentes informan antes a la dirección.
En el Colegio del Sol tampoco se permite el uso de celulares durante las clases. La norma forma parte de los acuerdos básicos de convivencia que firman los alumnos y sus familias al inicio del periodo escolar. Y hay otros establecimientos donde se empezó a discutir sobre la necesidad de reglamentar sobre este tema.
En las últimas semanas, en coincidencia con el comienzo del ciclo escolar, las publicaciones de Instagram y TikTok de los adolescentes se llenaron de videos donde se los ve dejando sus celulares en lockers durante la jornada escolar. Algunos, musicalizados con canciones de Disney que hablan sobre el dolor de abandonar a un amigo.
El uso de celulares en las aulas se convirtió en uno de los temas calientes de los debates pedagógicos, sobre todo después de que varios países europeos decidieran limitar la presencia de dispositivos móviles en las escuelas. En el país, la Ciudad de Buenos Aires sentó posición el año pasado prohibiendo su uso en las clases del nivel primario y regulándolo en el secundario.
«Uno de los puntos fundamentales es volver a los aprendizajes fundacionales y para ello es necesario tener la atención plena y máxima de los alumnos en el horario de aprendizaje», explicó en su momento la titular de la cartera educativa porteña, Mercedes Miguel.
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En Rosario
En la provincia, la discusión sobre el uso de celulares en las escuelas se reavivó el año pasado después de que los directivos de varias instituciones educativas privadas advirtieran que sus alumnos usaban el móvil para ingresar a páginas de apuestas online desde las redes de wifi de las instituciones.
Santa Fe tiene una ley (la Nº 12.686) que establece la prohibición del uso de aparatos de telefonía celular o equipos similares para docentes, no docentes y alumnos durante los horarios de dictado de clases en la secundaria.
La norma se aprobó en noviembre de 2006, sin embargo con el correr del tiempo y el avance en la masificación de esta tecnología, la norma quedó prácticamente en letra muerta. Desde el Ministerio de Educación santafesino se recomienda su uso «con fines pedagógicos o académicos, acordes a cada ámbito escolar y bajo la supervisión de los adultos».
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Un criterio más flexible que deja el tema en manos de cada institución. En ese contexto, hay establecimientos que decidieron prohibirlos de forma taxativa y otras que acuerdan con las familias criterios para limitar su uso a determinados momentos.
El año pasado, la escuela primaria Francisco de Gurruchaga propuso a sus alumnos pasar una semana sin utilizar pantallas dentro de la institución. Fue en el marco de un proyecto «Gurru1.0», que buscó abrir el debate sobre la dependencia tecnológica y advertir a las familias sobre las consecuencias de la sobreexposición de niños y niñas al mundo digital. Y la propuesta no fue bien mal recibida en la comunidad escolar.
El celular en disputa
«Esta demostrado que el uso del celular en los adolescentes afecta su rendimiento escolar y las relaciones interpersonales», dice la directora del nivel secundario del Misericordia, María Victoria Weskamp, antes de explicar el sistema que se implementó este año en el colegio, donde se decidió comprar unos gabinetes especiales para que los alumnos guarden sus celulares cuando ingresan a los salones.
La medida se conversó con las familias y los estudiantes en las primeras reuniones anuales y la directora destaca que, tanto unos como otros, mostraron su apoyo. «Los padres saben que se pueden comunicar con los chicos a través de las vías institucionales y si alguno de los alumnos tiene una emergencia, le puede pedir el celular a su preceptor o nosotros nos encagamos de comunicarnos con los padres», explica.
Para la docente, los celulares resultan distracciones adictivas para los adolescentes. Su uso irrestricto los hace desviar la atención de las tareas escolares y, además, los expone a riesgos como el consumo de imágenes violentas, situaciones de acoso, agresiones o juego on line. «La escuela no puede hacerse la desentendida en estos temas porque los chicos pasan seis horas acá, el acceso al celular no puede ser indiscriminado», dice y advierte que la diferencia se nota tanto en las clases como en los recreos.
«Antes los docentes entraban a dar su materia y los alumnos ni los miraban, estaban con los ojos perdidos en la pantalla y se perdían 10 minutos en hacerlos guardar el celular. En los recreos estaban solos o en grupos de dos, también pegados al celular. Ahora hablan en grupos, se ríen, interactúan entre ellos», describe.
El colegio Misericordia no es el único que abrió el debate sobre la utilización de los móviles durante las clases. «Nosotros venimos analizando este tema desde el año pasado. Sabemos que el celular puede ser disruptivo dentro del aula, de hecho muchos docentes lo padecen, pero también es cierto que bien utilizado puede ayudar en la tarea pedagógica«, señala Mariano Gálvez, representante legal del Colegio San José.
El referente del establecimiento de Presidente Roca al 100 advierte que, «además de sus múltiples significaciones», el celular suele convertirse en un objeto de vandalismo, «los chicos se lo sacan como broma o se los arrebatan en la calle», afirma. También por eso, dice, están trabajando en torno a establecer normas de uso.
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«Todavía no hemos definido sacarlo 100 % del aula o de los laboratorios. Venimos siguiendo lo que sucede en los países de la Unión Europea que tienden a prohibir el celular o más recientemente en Brasil, en una realidad que ya no nos es tan ajena porque se trata de un país vecino», apunta Gálvez.
Para el director, que los chicos dejen sus dispositivos móviles al ingresar a la institución suma una complicación más ya que «traslada la responsabilidad el cuidado de los aparatos a la institución, porque ¿qué pasaría si alguno se rompe?».
Igualmente, destaca, «limitar el uso del celular en las clases permite una mayor concentración de los alumnos, ya que hay menos elementos de distracción, saca del medio el parpadeo que se produce cuando los chicos están navegando dentro del aula. Nada aporta la pantalla individual cuando necesitamos la concentración de los chicos».
En el Colegio del Sol se decidió implementar este año un acuerdo con los alumnos y sus familias sobre el uso del celular. «Entre las reglas básicas que firmamos todos esta el tema de los dispositivos móviles: en el colegio no se pueda usar el celular en el aula excepto cuando un docente requiera su utilización», explica Daniel Alonso, director del establecimiento de Francia al 1000.
La presencia de estos aparatos, «es algo que intentamos controlar, no sólo por la dispersión, sino por las aplicaciones de apuestas o por la posibilidad de que se saquen fotos sin consentimiento de compañeros y profesores», señala y destaca que el compromiso es que durante las clases los chicos tengan el celular apagado dentro de sus mochilas. «Si los docentes los encuentran con el celular en la mano o en el banco se lo pueden retirar», apunta. Pero se trata de apelar a la responsabilidad individual y colectiva de los chicos.