Dante Sica: «Argentina tiene que acelerar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos»

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Contador público y economista egresado de la Universidad Nacional de La Plata, 67 años, hincha de Gimnasia. Dante Sica es socio fundador de la consultora económica Abeceb y desde 1994 es docente de la facultad de la cual egresó, en la cátedra Macroeconomía I. Fue ministro de Producción y Trabajo durante el gobierno de Mauricio Macri, además de secretario de Industria de la Nación a fines de los años ’90. Alternó la actividad privada con la pública, por ejemplo fue director externo de de Peugeot-Citroën entre 2008 y 2018.

Sica suele ser consultado tanto por temas macro como también de la “micro”, y los trabajos de la consultora fundó en 2003 suelen ahondar en detalle la problemática industrial. Desde ese lugar cercano a la trinchera es que ahora pronostica un salto exportador de la Argentina de al menos 40.000 millones de dólares para el final de esta década. Propone un acercamiento comercial con Estados Unidos, pese a la áspera política de Donald Trump y de que que se trata de un país con el cual hay una natural competencia en productos como acero, alimentos, químicos y hasta medicamentos. Para Sica, eso es secundario: asegura que un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos funcionaría como un imán para las inversiones.

Es mucho más severo con el Mercosur: dice que en los últimos 25 años el bloque regional sólo fue beneficioso para Brasil y que hoy podría representar un “corset” si la Argentina quiere salir a negociar acuerdos bilaterales con el resto del mundo para mejorar su perfil exportador. “Tenemos que recuperar nuestra política comercial y salir rápidamente a hacer acuerdos con todos. Acuerdos con Estados Unidos y también hay que hacer acuerdos con Asia”, planteó Sica, en un mano a mano con Clarín en sus oficinas de Puerto Madero.

-Hace 30 años, cuando bajaba la inflación con el 1 a 1, también se hablaba de la competitividad. ¿Qué cambió en estas tres décadas?

-Para mí hay dos grandes diferencias con los 90, una es la convicción del gobierno del superávit fiscal. Se suele decir que el ancla es fiscal, y el ancla es Milei. El ancla es una persona que es un presidente, que tiene la convicción de que el tema fiscal. Y eso es un gran ordenador, porque el mercado le cree. El año pasado, a esta altura, discutíamos si el Gobierno podía mantener el superávit financiero. Hoy nadie discute que Milei va a ser lo que sea por mantener el superávit fiscal.

-¿Y la otra diferencia?

-Otra diferencia con los ’90 fue que la gran inversión fue más en bienes no transables que en transables, porque no teníamos infraestructura: no teníamos teléfono, telecomunicaciones ni energía, era la época de los cortes de luz. La mayor parte de aquella gran inversión de los 90, por lo tanto, fue hacia bienes no transables. Ahora toda la inversión va a ser en bienes y servicios transables, en cuatro grandes ecosistemas.

-¿Cuáles?

-Uno es el sector agropecuario y de alimentos, otro el de la energía, que ya no es sólo petróleo y gas sin también en energía eólica, energía solar y energía nuclear, que empieza a tener una mirada distinta en el marco de los cambios que se están dando en el mundo. El otro sector es la minería y no sólo de litio, sino de cobre: van a ser más importantes las inversiones y las exportaciones de cobre que de las litio. Y después viene oro y tenemos plata y hay uranio. Y el otro sector es el de tecnología y servicios de conocimiento, que este año va a exportar cerca de 10.000 millones de dólares y se puede multiplicar por tres. Todo ese ecosistema, que tiene mirada global, también te cambia la economía política interna.

-Ecosistemas generadores de divisas, a diferencia de las inversiones en infraestructura y servicios públicos de los años 90.

-Estamos pasando de un solo sector que generaba divisas, el campo, a cuatro sectores. En volumen, la energía va a equivaler en exportaciones a un nuevo campo. La minería va a ser un gran aportador de divisas, y lo mismo con los servicios basados en conocimiento, que a su vez tiene una balanza comercial súper positiva, porque es todo recurso humano local. Y además está todo lo que esos sectores generan: la empresa minera es demandante de bienes de capital, volver a tener energía barata le mejora los costos a todo el sistema industrial, tener una economía más integrada con mejora de las importaciones, mejora la compra de insumos. Cuando mirás las exportaciones de de China, de India, del Sudeste asiático, de Alemania, tienen mucho componente importado. Nosotros tenemos bajo componente importado en nuestro proceso productivo. A lo mejor tenemos mucho en algunos sectores de consumo, pero tenemos poco en lo que son nuestros exportadores. De modo que la irrupción de esos sectores tracciona mejoras y cambios. Y a la vez esos cambios requieren eliminar trabas, mejorar los temas de propiedad intelectual, mejorar el sistema financiero. Mejorar la infraestructura.

-¿Cómo ve el bloque Mercosur de cara a esta política que propone Trump, de palo y zanahoria con el tema aranceles?

-Al Mercosur lo veo muy estancado, independientemente de Trump. Creo que en los últimos 25 años el Mercosur eligió una política de gestión que no ha generado grandes resultados, en términos de crecimiento de comercio del bloque. Si uno mira los resultados del 2024, comparado a finales del 90, el comercio intrarregional cayó: pasamos de tener un pico de casi de 30% de comercio intrarregional y hoy debe estar en menos del 11%. La excepción es Paraguay, que es el que más comercio intrarregional tiene, producto de su proceso de de mejora de las condiciones macro y de captación de inversiones de argentinos y de brasileros que hoy están. Pero Brasil, Argentina y Uruguay, hoy, tenemos más comercio extra zona que intrazona.

-La expectativa es que en los próximos años haya un salto de las exportaciones.

-Si uno mira los proyectos que se están armando dentro del Régimen de Incentivos para las Inversiones (RIGI), vamos a un salto para el período 2030/2033 de casi 40 mil millones de dólares más en exportaciones. El año pasado fueron 70.000 millones, este año van a ser cerca de 80.000 y en pocos años vamos a llegar a 120.000 millones de dólares, o al menos esa es la expectativa.

-Un salto importante.

-Es un gran desafío de competitividad: tenemos que acelerar las grandes reformas estructurales. Y uno de los temas que hay que discutir es nuestro proceso de integración al mundo. El primer dato interesante del mundo es que la geopolítica está reestructurando la geometría del comercio internacional. No es solo Donald Trump, porque viene pasando. Desde 2017 en adelante, Estados Unidos empezó a bajar su dependencia de comercio con China. Hoy China negocia mucho más con la Asociación de Nacional del Sudeste Asiático (ASEAN) que con Europa y con Estados Unidos, por lo menos en forma directa.

«El Mercosur estorba a la Argentina»

-¿Una negociación internacional más focalizada en las regiones?

-Ahí hay factores geopolíticos muy fuertes, se empieza a negociar con sectores en los cuales las afinidades políticas empiezan a verse. Todos estos procesos como nearshoring o decoupling tienen que ver con eso. Son decisiones de inversión que van tomando las empresas ante la aparición de la geopolítica en el comercio internacional. Se empieza a comerciar más con los países con los cuales hay más afinidad política. Eso cambió el flujo de inversiones.

-Se habla de Trump y la política de la incertidumbre, con sus sanciones comerciales que avanzan y también retroceden.

-¿Cuál es hoy la discusión de Trump? Dice es cierto, tengo menos comercio directo con China, pero el comercio me viene indirectamente porque las mercaderías que compro, los textiles que compro en Vietnam tienen 40% de productos chinos. Los autos o ciertos componentes que importa Estados Unidos desde México o Canadá son de empresas chinas que se instalaron allí o que tienen un alto valor agregado de componente chino. Las acciones que estamos viendo obedecen a eso: la geopolítica recalibra y rediseña la geometría del comercio internacional y, también, del flujo de inversiones.

¿Cómo nos afecta eso a nosotros?

-En esa nueva estructura del comercio internacional, por territorios que empiezan a comerciar por afinidades políticas, el Mercosur hoy le estorba la Argentina.

-¿Por qué?

-Porque hace 25 años que, por error o por omisión, la política del Mercosur es la política exterior de Brasil. Y lo que se decidió fue cerrémonos sobre nosotros. Aprovechemos la potencia del mercado brasilero. Ganamos competitividad. Después salimos al mercado.

-¿Eso no dio resultado para la industria automotriz, por ejemplo?

-Es el único sector, junto con el del azúcar, que no está dentro del Mercosur, son acuerdos comerciales anteriores a la creación del bloque. Pero el Mercosur no funcionó porque, salvo Paraguay, todos tenemos déficit con Brasil. No hay libre circulación de bienes, no hay libre circulación de personas, tenemos perforaciones del arancel externo. Nos costó 25 años cerrar un acuerdo con la Unión Europea. El Mercosur ha sido un corset y no hemos ganado competitividad. Y Brasil, por su parte, ha sido el país que más se ha acercado al ASEAN y ha crecido en materias de vínculo con su comercio con Asia.

¿Por qué el Mercosur es ahora, y no antes, un corset para Argentina?

-Antes cuando Argentina negociaba comercio ponía el volumen de mercado sobre la mesa basada en el mercado de Brasil, ya que nuestro mercado era muy chico. Hoy, en cambio, lo que Argentina tiene para ofrecer es lo que el mundo demanda. Argentina hoy puede cubrir la demanda de seguridad alimentaria que están teniendo los países por el problema de crecimiento demográfico, o por los problemas de cambio climático que empiezan a afectar a ciertas poblaciones. Puede proveer energía de transición y energía verde, además de ser un gran exportador de gas natural. Lo mismo en minería y servicios basados en el conocimiento.

-¿Cómo se puede aprovechar mejor el potencial exportdor de esos cuatro sectores?

-Hoy el mundo tiende a ir a más acuerdos bilaterales, más acuerdos estratégicos, más acuerdos sectoriales. Y si en ese contexto Argentina tiene que pedirle permiso a tres países que tienen una política comercial distinta, corre el riesgo de perder este nuevo ciclo de comercio internacional y no poder potenciar los recursos que tiene hoy. Un acuerdo bilateral de la Argentina, hoy, no sería sólo por comercio, para ofrecer un mercado de 47 millones de personas de ingresos medios. Lo que tiene Argentina para ofrecer son estos cuatro bienes de los cuales va a haber una gran demanda del mundo en los próximos 20 años. Yo soy de la idea de que este Mercosur está lento y no avanzó en acuerdos en los últimos años, con problemas de productividad, con un arancel muy alto y disperso, que genera muchas ineficiencias. Tenemos que recuperar nuestra política comercial y salir rápidamente a hacer acuerdos, pero acuerdos con todos. Acuerdos con Estados Unidos y también hay que hacer acuerdos con Asia. Hay que hacer acuerdos de comercio en América Latina, donde nosotros podamos integrarnos mucho más fuertemente, no solo estos cuatro sectores, que de por sí traccionan, sino que puedan también generar mercados y apalancamiento para el resto de los sectores.

¿Un acuerdo con EE.UU?

-¿Cuál sería el beneficio de un acuerdo con Estados Unidos?

-Argentina y Estados Unidos tenemos una estructura productiva que compite, que no es complementaria. Obviamente hay una diferencia de productividad, de tamaño, pero los dos hacemos alimentos, los dos tenemos acero, los dos producimos autos, los dos producimos tecnología. Y si vos mirás, siempre ha sido un comercio conflictivo. Ellos nos han puesto medidas anti dumping a los biocombustibles. El tercer o cuarto producto de exportación a Estados Unidos es la miel y tuvimos una medida anti dumping de ellos en 2001. Tuvimos los problemas de defensa comercial con tubos sin costuras, otro sector donde somos muy competitivos. De todas maneras creo que podemos avanzar un acuerdo, pero no va a ser un acuerdo fácil, porque cada sector se va a defender. ¿Por qué no podemos exportar más carnes a Estados Unidos? Porque los productores de carne de allá quiere vender su carne. Lo mismo con químicos o productos farmacéuticos, tenemos la misma estructura productiva. Va a hacer falta trabajar mucho en un acuerdo, para encontrar los huecos donde haya ganancia en materia de competitividad.

Javier Milei con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a fines de febrero durante Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), en Washinton. Foto: Instagram del vocero Manuel Adorni.

-Entonces el beneficio comercial sería muy exiguo.

-Un acuerdo comercial con Estados Unidos no va a ser una gran ganancia de mercado, si bien puede llegar a beneficiar a algunos sectores. Pero es un sello de calidad para atracción de inversiones.

-Sería un acuerdo comercial, pero no sólo por el comercio.

-Tal cual. En esta idea de que empiezo a comerciar con los amigos, con bloques en los cuales tengo afinidad, hay un tema de comercio. Pero yo lo veo más como un tema de de inversiones y tecnología.

-¿Y con China? ¿Se puede hacer un acuerdo de libre comercio con un país que es permanentemente denunciado por dumping?

-Ese es otro desafío que va a tener Argentina. Por afinidad de valores, por ser un país democrático y republicano, estamos con una agenda en términos de defensa, de seguridad, de valores, de democracia, mucho más con Estados Unidos y con Europa que con China, que es una autocracia. Pero por otro lado somos totalmente complementarios, desde el punto de vista económico. En los últimos 20 años China es el gran inversor en América Latina. Es uno de los principales destinos de exportación del sector agropecuario. Gran del litio y del cobre van a ir a China, que es donde están las fundiciones donde hoy mismo las empresas están replanteando qué hacer. Una de las decisiones que firmó Trump fue investigar toda la cadena del cobre. ¿Porque? Porque se están dando cuenta que el cobre sale de América Latina y se funde en China. En Estados Unidos se están planteando cómo están sus propias fundiciones de cobre y si necesitan inversiones ahí. Otra vez, ahí juega ahora la geopolítica, para empezar a bajar la dependencia. El desafío de Argentina es sostenerse en su sistema de alianzas en materia de defensa, de seguridad, de defensa del sistema democrático. Y a la vez tener acuerdos y poder potenciar el mercado de Asia y en especial el de China.

-Está el tema del dumping.

-Los instrumentos tradicionales de defensa comercial no sirven con un jugador que no respeta las reglas. Entonces quizás la Argentina debería hacer es algo que el Mercosur nunca hizo. Si Argentina recupera la libertad es sentarse a negociar un acuerdo con China. Y en ese acuerdo empezar a poner límites o límites. Como que no pueden vendernos acero que se haga de industrias alimentadas a carbón. Tenés un país que no respeta las reglas y los instrumentos de defensa comercial resultan insuficientes. Fijate lo que le pasó a Chile con el acero, aumentó 25% el arancel e igual tuvo que cerrar una acería (Huachipato). Para un jugador que no respeta las reglas, aumentar el arancel no te alcanza. Todo lo que tienes que buscar es otra variante.

-Chile tiene un acuerdo con China. ¿No funcionó?

-Sí, obvio que lo tiene y por eso vende. Funcionó y por eso vende más vinos. Funcionó. Lo que pasa es que si vos tenés un jugador que tiene políticas que son incompatibles con las estructuras de comercio, obviamente te pasa eso. En esa circunstancia tienes que pensar por afuera de la caja. No es suficiente la defensa comercial o el mayor arancel, una regulación ambiental. Mi sensación es que tenés que tomar el toro por las astas y sentarte a negociar, porque en la negociación das concesiones pero también ponés límites.

-¿Qué límite podemos poner nosotros a un gigante como China?

-Va a depender de lo que lo que te sentás a negociar en la mesa. Podés poner ciertos límites al ingreso de ciertos productos. Ahora veámoslo desde otra óptica, la del precio final y la defensa del consumidor y no sólo desde la óptica del entramado industrial. Argentina es productora de acero, con un contexto arancelario de fuerte protección comparado con el resto del mundo, pero a la vez tenemos un entramado de empresas medianas, metal mecánicas importantes que consumen acero. Este es un desafío de economía política: por un lado tengo que impedir que entre el acero barato subsidiado, porque me puede afectar mi producción de acero. Y a la vez tenemos muchísimos sectores de la metalmecánica que están pidiendo importar acero más barato que los podrían volver más competitivos, no solo para el mercado local sino para exportar. ¿Cuál es el balance que mantenés cuando te sentás a negociar? ¿Cuál es el peso relativo? Cuando se empieza a normalizar la economía, cuando la inflación baja, los temas de competitividad se ponen sobre la mesa, así como la caída de productividad de la economía. Y empiezan a surgir estos dilemas que tienen que ver con la configuración del aparato económico. Argentina va a ser un gran demandante de bienes de capital y del sector metalmecánico, porque la energía, el campo y la minería son son todos grandes demandantes de industria. Se necesita tener una plataforma industrial propia y la Argentina ya la tiene y es muy eficiente, porque hay que hacer mantenimiento, reparación e reconfiguración de bienes de capital. No podés esperar que te venga una máquina dentro de dos años de China, por decir algo. Tenés que tener tu proveedor mucho más cera, ese es el concepto de nearshoring, que son los nuevos procesos que se están dando también a nivel internacional.

-¿Por qué hoy un inversor internacional miraría un proyecto en el marco del RIGI argentino en vez de hacerlo en Brasil, con una escala más grande, o en Chile, con un mercado de capitales más fuerte?

-Va a depender mucho del sector. Brasil no tiene cobre. Y los yacimientos de cobre de Chile están quedando maduros. Podría competir con Perú y ahí el RIGI iguala la tasa impositiva de tus países competidores. Y te da estabilidad por 30 años. Y también te da un instrumento importante, para un país violador serial de contratos: el RIGI permite al inversor definir la jurisdicción de litigio. Si fuéramos un país que era normal y tuvo un evento catastrófico y vuelve, quizás no haría falta un RIGI. Pero en el sector energético, de los últimos 25 años, violamos el marco regulatorio 21 años. Que hoy nos quedemos hoy sin luz porque se cayó un árbol es producto de 21 años de desinversión en todo un sector. Creo que para eso es importante el RIGI. Es para grandes inversiones de capital y retornos a mediano plazo. Es una ventana que refleja eso que hablábamos de las velocidades: te pongo hoy, en un régimen como el RIGI, lo que te voy a garantizar dentro de unos años por el éxito de mi política. Yo creo que muchos sectores van a estar esperando la consolidación del proceso de reformas que está llevando Argentina.

-¿Por ejemplo, esperando a ver qué pasa en las elecciones legislativas de este año?

-Algunos van a esperar. El RIGI tiene una ventana hasta el año que viene y se puede extender un año más. Igual muchas inversiones ya se están estudiando en en sectores que no son estos cuatro que vimos. Hay inversiones en el área de telecomunicaciones, fuertes inversiones en el sector automotriz que se están evaluando para entrar al RIGI. Para el resto de los actores, a quienes la Argentina les ha dejado muchas heridas, en los últimos años, van a mirar cómo evoluciona este año la consolidación de la macro, cómo evolucionan las reformas que se están llevando adelante, cómo va a ser el resultado electoral. Más que el resultado electoral, importa el volumen que el Gobierno tenga y que le permita las alianzas para poder aprobar las reformas que todavía tiene hacia adelante. Y me parece que a partir del año que viene, con un proceso más consolidado, vamos a empezar a ver mucha más movilidad en sectores por afuera de estos cuatro ecosistemas que estamos viendo traccionar.

-¿El tipo de cambio es un problema?

-Olvidémonos por un segundo de la discusión coyuntural sobre el atraso o adelanto cambiario. El tipo de cambio sobre el cual va la economía por este salto radical que se va a dar en materia de exportaciones hace incompatible el marco regulatorio que tenemos. Hace falta bajar costos del transporte, hacer más competitivo los puertos, el transporte terrestre, contar con un marco regulatorio laboral más adaptado a las nuevas necesidades del mundo de los negocios. Hace falta eliminar trámites y burocracia, que representan costos. Y hay que hacer la reforma tributaria. Argentina es un país que viene perdiendo 1,5% de productividad por año en los últimos 15 años, mientras que el mundo siguió ganando productividad en ese mismo período. Esa productividad mundial ahora se desaceleró un poco, pero siguió creciendo. De modo que en Argentina hace falta dar vuelta esa tendencia de los últimos 15 años. Es necesario hacer más eficiente los recursos que tenemos y crecer todavía en tu frontera de posibilidades de expansión.

-¿El Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) sería una de las respuestas a esa necesidad?

-Si mañana una cuarta parte de todas las inversiones que se están masticando en el RIGI se ponen arriba de la mesa, habría un shock de infraestructura: no hay la suficiente cantidad de camiones para mover toda la minería que activaría, ni los sistemas de comunicaciones, ni los requerimientos energéticos para esos proyectos.

-¿La infraestructura colapsaría?

-La desinversión de los últimos 25 años no es menor, porque el día que vos empezás a mover el aparato productivo, estalla. No tenemos sistema financiero, es una economía sin profundidad. No tenemos stock. Ya no estamos hablando de que las mineras hoy no tienen camiones suficientes o caminos en condiciones. Hasta es complicado conseguir de un día para otro muebles de oficina, hoy te piden 60 días para armar el mobiliario de una sala de reuniones y hay que pagar un 50% de adelanto. Eso es el problema de la pérdida de competitividad de los últimos 30 años: si ese mueble lo querés en 40 días en vez de 60, hay que pagarlo más caro. Todo es costo, Argentina es un país sin reglas de juego y sin y sin financiamiento. Estos años todos los procesos de reestructuración o inversión de una empresa se han hecho con capital propio, lo cual lo hace más doloroso y más lento. Las empresas pymes de tercera generación traen varias de esas heridas en la espalda, son empresarios que tienen que arriesgar su propio capital, que les costó 60 años de historia acumular. En el mundo, los programas de inversión para reconvertir y hacer crecer la empresa se financian 80% en el mercado de capitales y 20% con financiamiento de la propia empresa. Acá es a la inversa: 20% de mercado de capitales o bancario y 80% financiado con las utilidades de la empresa.

-¿Por qué no hubo crédito?

-Porque la falta de reglas, la inflación, destruyó el sistema financiero. Los depósitos y préstamos representaron 10% del PBI, de los cuales un 70% de esa masa crediticia se la llevaba el sector público. ¿Qué quedaba para el sector privado? Financiar las tarjetas de crédito. Los bancos enfrentan un gran desafío, que es dejar de prestar exclusivamente al consumo y empezar a prestar a las empresas, midiendo riesgos de proyecto y riesgos empresarios. A pesar del discurso kirchnerista, en las últimas décadas la renta no fue productiva sino financiera: la empresa se salvaba con su director financiero, luchando contra la contra la inflación. Y hoy los bancos también son ineficientes, porque son grandes para el nivel de negocios que tenían. Van a tener que adaptarse al nuevo juego de la eficiencia.

-¿Y los salarios?

-Las empresas pagaron caro la paz social, porque la pagaba el consumidor. Si tenías que dar unos puntitos más en un convenio colectivo de trabajo para que no te hicieran una huelga se los dabas, total lo volcabas al precio y con la inflación nadie sabía cuáles eran los precios. Hoy el empresario que se equivoca a medio punto no lo traslada a precios. Ya no somos todos iguales, no nos ponen precios máximos. Eso también es un desafío. Si hacemos un corte en diciembre de 2023, las empresas se dedicaban a dos cosas: a luchar contra la macro, para que la inflación no te lleve puesta a la empresa, que era la tarea del director financiero. Y la otra tarea era luchar y destrabar todas las regulaciones micro que el sector público ponía a la empresa, tarea para el gerente de institucionales, que se pasaba tomando café y haciendo horas de oficina para conseguir una SIRA, o que le dieran una autorización, una licencia o que le dieran los dólares. Hoy para las empresas ya no existe eso, en gran parte. Hoy es importante el director de comercialización. ¿Dónde vendes? ¿Es lo mismo abrir un local en Jujuy, en Neuquén o en La Matanza? Es importante el director de compras, ya que no sólo hay que vender bien sino comprar bien. El gerente de personal, con todos los temas de capacitación, de búsqueda de talento, con las negociaciones colectivas. Es un esquema más de atender a la calidad, atender al mercado, con el cliente en el foco. Es momento de hablar de productividad y eficiencia dentro de la empresa, algo que en los últimos 30 años no se habló.

-Con un Estado en retirada.

-Con un Estado que está cambiando la fuente de financiamiento. Hoy las empresas mineras que se están empezando a instalar están discutiendo con las empresas de construcción los temas de infraestructura. Desde hace un mes se pueden hacer contratos directos entre el generador de energía y el usuario de la energía, con lo cual empieza a ver contratos privados que son mucho más fáciles de monetizar en el mercado internacional para conseguir el suministro de energía. A su vez eso hará que las empresas de transporte de energía vean cómo son las necesidades de localización. Eso no significa que el Estado desaparezca, obviamente hay obras que van a seguir siendo de jurisdicción nacional, pero las fuentes de financiamiento no van a ser más el recurso corriente de los impuestos. Estarán asociados a sistemas de concesión con financiamiento. Y para que eso tenga una velocidad, lo que se necesita es que el riesgo país esté abajo de los 600 puntos, que es cuando se abre el mercado de capitales. Y cuando el riesgo país baja de los 300 puntos, te olvidás del problema del financiamiento. Es todo un proceso lo que viene. Por eso es clave el desafío de las velocidades de ajuste de estas dos dos patas del programa. Este es un proceso de diez años de firmeza, para poder reconstruirnos.

-¿Para qué harían falta diez años?

-Para poder hacer una nueva capacitación de todas las personas que quedaron fuera del mercado de trabajo. No es algo que se pueda hacer en ocho meses, va a ser un proceso de cuatro o cinco años para generar las capacidades para que puedan adecuarse en los distintos mercados.

Pero ese rumbo tiene que ser ratificado cada dos años en las elecciones.

-En la medida que haya resultados positivos, ese es el riesgo político. Hoy pareciera que para el oficialismo el riesgo político es mucho más la consecución de errores no forzados que lo que hace la oposición. En este año transcurrido hemos visto que hay una base de apoyo del Gobierno que es altísimamente emocional, relacionada con el cumplimiento de los temas que al parecer hasta los propios errores que ha cometido el Gobierno en estos meses no le han hecho mella, por lo menos en las intenciones de voto.

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