El fútbol por lo menos les enciende el alma

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El fútbol argentino, después de años de maltrato y “marketing de cuidado”, se ha vuelto una postal de una frase de una canción de Divididos: cuando la mentira es la verdad. Los jugadores, el gol, la táctica, dejaron de ser motivo de crónicas y festejos para encomendarse a los nuevos gurúes de la atracción: youtubers, cantantes, streamers, influencers

Por Gustavo Grazioli, especial para El Ciudadano

Se puso en marcha la “Liga de los campeones del mundo” con treinta equipos y ningún descenso por delante. Pensar el fútbol argentino es una tarea espinosa y a la vez un poco desalentadora. El foco de atención dejó de estar en lo que pasa dentro de una cancha y se trasladó a la arena del circo, el contenido y la espectacularización. “En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”, escribió Guy Debord en su libro La sociedad del espectáculo.

En criollo, nuestro fútbol, después de años de maltrato y “marketing de cuidado”, se ha vuelto una postal de una frase de una canción de Divididos: cuando la mentira es la verdad. Los jugadores, el gol, la táctica, dejaron de ser motivo de crónicas y festejos para encomendarse a los nuevos gurúes de la atracción: youtubers, cantantes, streamers, influencers.

El año pasado uno de los temas que conquistó los corazones del entretenimiento tuvo que ver con un youtuber que debutó en la primera de Riestra: un tal “Spreen”. No llegó a jugar un minuto ni tocó una pelota, pero la movida se presentó como una estrategia para captar “nuevos hinchas jóvenes y digitales”. «Cagarse en el fútbol puede llegar a ser un éxito sin precedentes porque hay, al menos, unos 250 millones de idiotas interesados en acompañar el acontecimiento. Esto es, contribuyendo al suceso”, escribió Jorge Valdano en su habitual columna del diario El País.

Hace poco la novedad, el otro boom del mercado del fútbol argentino, fue la contratación que hizo Temperley, cuando decidió presentar como “refuerzo” a Ezequiel Iván Cwirkaluk, también conocido como El Polaco. “Gente linda: quiero compartirles una noticia importante. Este año no me verán tanto en los escenarios porque voy a dedicarme a mi verdadera pasión desde que soy chiquito”, posteó en sus redes el cantante de cumbia, luego de la noticia.

Es posible que El Polaco no pise el terreno de juego porque después del antecedente Spreen, la AFA puso algunos requisitos para anotar jugadores, algo así como una clausula “anti Spreen”. Pero lo cierto es que el revuelo cumplió con su objetivo de marketing y con la línea de que arriben al fútbol personajes ajenos al deporte para atraer más atención.

“Todo cambia. Y cada vez más rápido. Antes, se creía que los gobiernos (al menos supuestamente) debían controlar la avidez del rico. Ahora gobiernan los ricos. El potrero era antes lo más parecido a la felicidad. Ahora, Disney y Kun Agüero mediante, es un torneo de tiempos de Juegos del hambre. La opinión era un derecho de minorías. Ahora es de los influencers”, escribió Ezequiel Fernández Moores.

Al parecer, lo que se conocía como fútbol en argentina está muy cerca de romperse (algunos dirán, de transformarse) y congraciarse como un fenómeno donde se pueda generar “contenido” y mudar la atención al nuevo oro liquido: viralizaciones y seguidores. Aquello que Menotti remarcaba en este deporte como un “hecho cultural que se fabricó en las esquinas de los barrios”, está en jaque y en manos de proyectos que promueven las sociedades anónimas y ven una oportunidad de éxito en las casas de apuestas deportivas.

“Yo siento realmente un peligro por la profunda desculturización que está sufriendo la Argentina. El fútbol es eso, un hecho cultural. No es solo la Primera División, es la cultura de nuestro país», dijo el Flaco a principios del año pasado en una entrevista radial.

El juego de la belleza, el hecho artístico, su comunión y su gran corpus nutrido de pensadores, parece estar en peligro. Donde solo se ve un entretenimiento insignificante, está el asedio de la individualidad, el dinero (y nada más) y el desarraigo de una rebeldía que supo rechazar el colonialismo de aquella idea de que si viene de “afuera es mejor”.

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