El monasterio sirio donde rezan juntos cristianos y musulmanes

Compartir

El frío es intenso; el silencio, impactante. Y todo parece mejor desde los 1320 metros de altura del antiguo monasterio de San Moisés el Abisino (Deir Mar Musa), un lugar único, enclavado en medio de una montaña desértica color ocre, 80 kilómetros al norte de Damasco. Para llegar a este monasterio que es un símbolo de convivencia religiosa, donde rezan juntos cristianos y musulmanes, hay que subir a pie un sendero de 345 escalones que deja sin aliento. No tanto por el esfuerzo, sino por la belleza del paisaje. El clima es de paz, serenidad.

Desde 1992, existe en Deir Mar Musa una comunidad monástica fundada por el padre jesuita italiano Paolo Dall’Oglio –desaparecido el 29 de julio de 2013 en Raqqa, entonces capital siria de Estado Islámico, porque intentaba que Bashar Al-Assad dialogara con los rebeldes–, que promueve el diálogo entre cristianismo e islam. Hasta 2011, cuando comenzó una guerra civil que devastó Siria –que terminó inesperadamente el 8 de diciembre pasado cuando el grupo islámico rebelde Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en 11 días logró derrumbar el régimen de Al-Assad–, la comunidad sirio-católica de Deir Mar Musa recibía cada semana unas cien personas, sirias y del resto del mundo. En celdas de piedra con vista sobrecogedora al altiplano de Al-Qalamun, que al atardecer se vuelve dorado, les daba hospitalidad en dos antiguas construcciones, antes derruidas y luego restauradas, enclavadas en la montaña. Meta de turismo religioso, también les daba la posibilidad de escaparse del mundanal ruido y de rezar en su antigua iglesia del monasterio, marcada por bellísimos frescos bizantinos y un lugar para rezar hacia la Meca para los musulmanes.

«‘La caída del régimen fue fulminante porque era débil, frágil, no tenía fundamentos firmes, sino que se basaba en maldad y mentiras’, dice el padre Youssef»

Pese a los casi catorce años de guerra en los que casi nadie pudo llegar hasta aquí, la comunidad de Deir Mar Musa, que cultiva olivares entre las rocas desérticas, logró resistir gracias a fondos que llegan desde el exterior. Hoy formada por seis monjes –cuatro hombres y dos mujeres–, su prior, el padre Jihad Youssef, en una charla con la nación no oculta su optimismo ante la nueva era que se ha abierto en Siria. Y asegura que hoy, más que nunca, es importante transmitir ese mensaje de hermandad y tolerancia del que siempre fue emblema Deir Mar Musa, un modelo de convivencia, un oasis de paz. En sus piedras pueden verse talladas, una al lado de la otra, la cruz cristiana y la media luna islámica.

El monasterio está enclavado a 1320 metros de altura, en las montañasElisabetta Piqué

“Claramente, algo cambió en Siria, se respira mejor, se siente en el aire el perfume de la libertad. Antes el miedo oprimía el alma, estaba infiltrado en cada cosa y ahora, ya no más”, asegura el padre Youssef, hablando perfecto italiano, al recibirnos con una taza de té caliente. “Éramos esclavos de un sistema terrible que duró 54 años y que viciaba el aire: había que hablar siempre en tono bajo, no había confianza entre los sirios, incluso entre los que estaban en el exterior, mientras que ahora finalmente todo cambió y se siente el perfume de la libertad”, comenta, mientras acaricia una gata que duerme sobre su falda, que se llama Hamrum.

“La caída del régimen fue fulminante porque era débil, frágil, no tenía fundamentos firmes, sino que se basaba en maldad y mentiras. Al-Assad se cavó su propia tumba”, agrega este monje de barba blanca, bufanda y sotana. “El grupo HTS no hizo caer el régimen, sino que le dio el último golpe. Al-Assad ya se había caído en el corazón de los sirios en 2011 por el modo en el que nos trató a todos los sirios, alauitas, sunnitas, chiitas, cristianos, drusos, kurdos”, resalta.

Aunque reconoce que en este momento de transición hay muchas dudas e incertidumbre por lo que vendrá, sobre todo visto el pasado de matriz terrorista y fanático del grupo islamista HTS, el padre Youssef, de 54 años y que vive en este sitio sobrecogedor desde 1999, no tiene miedo.

«Al padre de Deir Mar Musa, no le asusta la hipótesis de un nuevo ejecutivo predominantemente musulmán, siempre y cuando incluya a todas las componentes de Siria»

“No hay ninguna garantía. Pero personalmente pienso que va a ser mejor porque no puede haber nada peor de lo que hemos vivido. Y no hay vuelta atrás”, afirma, al destacar que hasta ahora los nuevos dueños del poder en Siria han dado señales de apertura, tolerancia, inclusión. “Sé que muchos tienen miedo de que todas estas promesas puedan revelarse ‘cosméticas’, pero yo tengo fe de que no va a ser así por dos motivos: porque tengo fe en Dios y porque tengo fe en los sirios. Creo que las garantías son los jóvenes sirios, los pensadores sirios, los grupos sirios: nada los va a detener en su marcha hacia la dignidad, la igualdad, la libertad”, sostiene.

Antiguo monasterio de San Moisés el Abisino (Deir Mar Musa), un lugar único, enclavado en medio de una montaña desértica color ocre, 80 kilómetros al norte de Damasco. Hoy formada por seis monjes -cuatro hombres y dos mujeres-, su prior, es el padre Jihad Youssef.Elisabetta Piqué

Sin ocultar su entusiasmo por esta nueva era, el padre Youssef subraya que para él lo más sorprendente es cómo, pese a cinco décadas de brutal dictadura, el pueblo sirio sigue siendo creativo, maduro, vital. “Hace unos días volví desde el Líbano y recorriendo en auto la ruta, aunque no se trata de Suiza, todo estaba más limpio que antes porque la gente se organizó y en solidaridad después de los primeros días de caos, se puso a limpiar… Para mí es una señal importante: el pueblo antes dejaba todo tirado porque no se sentía dueño de Siria, se sentía esclavo, mientras que ahora se siente protagonista y cuida más a su tierra… El gigante sirio se despertó y nuestros jóvenes no aceptarán a un nuevo tirano. Los jóvenes, que antes tenían miedo de decir lo que piensan, no dejarán de hablar, los escritores no dejarán de escribir y los activistas, de reivindicar sus derechos. Y el gobierno que vendrá deberá entender eso”, reflexiona.

Por todo lo anterior, no le asusta la hipótesis de un nuevo ejecutivo predominantemente musulmán, siempre y cuando incluya a todas las componentes de Siria. “El HTS solo podrá tener éxito si respeta la riqueza del mosaico nacional sirio… Y nosotros los cristianos, que no debemos llamarnos ‘minoría’, sino un componente de la sociedad, no debemos encerrarnos, sino involucrarnos y sentarnos a discutir cuál modelo de Siria queremos”, sostiene, lleno de ilusión. Y concluye: “Espero que Europa y Occidente, al menos por una vez, trabajen por los intereses del pueblo sirio y no por sus propios intereses”.

Conforme a los criterios de

Noticias Relacionadas